«Vaya, me sacas los colores…» Así empieza una respuesta a un correo electrócnico que envié a Elena Medel hace ya cierto tiempo. La poeta cordobesa, a la que conozco tan solo de forma virtual y por correspondencia, es una de las voces –casi me atrevería a decir «afianzada voz»– de nuestra literatura más prometedoras. Gracias a mis peripecias laborales topé con ella y pude compartir algunas sensaciones literarias durante un año. ¿Y cómo sucedió? ¿Cómo puede ser que tuviera la oportunidad de intercambiar palabra alguna?
Desde que comencé a navegar por estas aguas convulsas del periodismo tuve la oportunidad de ponerme en contacto con la editorial El Olivo Azul, quienes, por cierto, realizan una labor excepcional recuperando narraciones que se quedaron en el olvido. A partir de esa relación profesional di con Elena Medel, que ejercía entonces de responsable de comunicación. Al principio, y como ser reservado que soy, no quise preguntar sobre su faceta poética, al considerarlo fuera de lugar y por esa sensación de «persiguefamososplastaquéhorror». Sin embargo, un día, no pude contenerme y escribí lo siguiente: «Y, finalmente, por esa curiosidad que de tanto en cuanto invade al ser humano, leí tu poemario Mi primer bikini. Me gustó, y mucho. La sensación que tengo ahora, al escribirte, es un tanto extraña. Saber que mantengo una pequeña correspondencia con una autora de tal calibre (cuando yo soy un simple bufón), es emocionante –aunque suene un tanto cursi esto que digo–«. La respuesta de Medel fue la que escribí al comienzo de este pequeño desvarío.
La escritora, considerada por la crítica como una de las actuales referencias en el arte poético, también es traductora y editora de La Bella Varsovia, un proyecto que comenzó como plataforma para difundir la cultura y la promoción de nuevos creadores y que lleva casi una década publicando exquisitos poemarios de autores que realmente merecen la pena ser leídos. Medel ha publicado, entre otros, los poemarios Mi primer bikini (Premio Andalucía Joven 2001; DVD Ediciones, 2002), Vacaciones (El Gaviero, 2004) y Tara (DVD, 2006). Traducida al árabe, inglés, italiano y portugués, sus poemas han aparecido en numerosas antologías –¡toma castaña!–. Desde este modesto espacio quisiera decirle a Elena Medel que con su esfuerzo por difundir y apreciar la buena literatura, nos saca los colores a todos.
Pregunta: Escritora, crítica literaria, editora, colaboradora en los medios de comunicación… ¿No te cansas?
Elena Medel: Con el trabajo intelectual ocurre algo muy curioso: o se sobrevalora o se desprecia. Yo trabajo frente a un ordenador, y muchas veces debo justificar que no invierto mis horas procrastinando en las redes sociales o jugando a los marcianitos, sino escribiendo o maquetando o leyendo en la pantalla. Y lo mismo, aunque al revés: se dota a la escritura de un falso halo de misticismo, como si quienes nos dedicásemos a ella levitásemos a cada golpe de tecla, alejándonos del vulgo. Se agotan los operarios de una fábrica, que acumulan turnos hostiles y horas extra impagadas, o se agotan quienes trabajan en el campo, manchándose de tierra. Yo me dedico a mi pasión y soy una privilegiada.
P: ¿Qué has tenido que dejar de lado en estos últimos años en los que has atendido tantas y tan diversas facetas?
E. M.: No lo sé. No he tenido que renunciar a nada.
P: Tras publicarse tus primeros poemarios El País te incluyó dentro de «los 10 nombres más prometedores de los próximos años». ¿Qué ha quedado de aquella promesa? ¿Crees que has aprovechado el tirón de esa popularidad?
E. M.: A mí me interesa la literatura: me aburre aquello que no guarda ninguna relación con ella. Me halaga que alguien apueste o apostara por mí, pero lo de las promesas, los tirones y las popularidades, más allá del agradecimiento obvio, tiene que dejarse a un lado para escribir con calma y con rigor.
P: Imaginamos (algo que se nos da bastante bien, por cierto) que el hecho de ver cómo en tres meses se agotaban las ediciones de tu primer poemario (Mi primer bikini) es algo por lo que merece la pena dedicarse a esto de las palabras, puntos y comas, ¿no?
E. M.: Lo dicho: me interesa la literatura. Escribo porque necesito contar, porque me apasiona leer. El resto no es literatura.
P: En otras entrevistas hemos podido leer que para ti la poesía «es una pastilla que cura la enfermedad o atenúa el dolor». Visto el panorama tragicómico que se cierne sobre este país de chiste, deberían recetarse cientos, miles de poemas, para no perder la cordura. ¿O nos equivocamos?
E. M.: No, en absoluto os equivocáis.
P: DVD Ediciones, adiós a tu «primera casa». ¿Tiempos difíciles para los soñadores?
E. M.: Tiempos difíciles para quienes se arriesgan y se empeñan en nadar contra la corriente. Echo de menos que Sergio Gaspar recibiera alguno de los muchos premios que merecía su labor: el Nacional a la Labor Editorial –y en las demás categorías, a las que Gaspar dedicó varias reflexiones muy jugosas en la web del sello– vale menos sin DVD Ediciones en su palmarés.
P: Hace relativamente poco presentaste Córdoba 2016. El viaje a ninguna parte (título que nos recuerda a esas Ventanas a ninguna parte de Javier Vicedo Alós) junto a la periodista Marta Jiménez. ¿Qué nos puedes contar sobre este trabajo?
E. M.: El título juega con la novela/película de Fernando Fernán-Gómez para retratar el periplo en el que Córdoba se embarcó, durante diez años, para lograr un título internacional –el de capital europea de la cultura– que no consiguió. Nos hemos preguntado qué ocurrió para que Córdoba no lo obtuviera, qué logró la ciudad –y qué echó a perder– y por qué este tipo de grandes acontecimientos, como los Juegos Olímpicos o las exposiciones internacionales, guardan una relación escasa con el deporte o la cultura, enseñas que pretenden abanderar.
P: Nos gustaría que nos desentrañaras parte del alma de La Bella Varsovia. ¿Te atreves?
E. M.: Alejandra Vanessa y yo asistíamos a recitales, leíamos manuscritos de amigos… y nos sorprendía que la calidad de aquellos poemas no se recompensase con el compromiso de un editor. Nos decidimos y, en otoño de 2004 y en Córdoba, nacía La Bella Varsovia. Hemos cumplido ocho años y casi cuarenta títulos, casi todos de poesía, el género en el que nos hemos centrado.
P: ¿Va a ser difícil ver publicado un nuevo libro de poemas de Elena Medel?
E. M.: No lo sé. Mi ritmo de escritura es lento y he aprendido a no mostrar un poema antes de tiempo. Si tiene que ser, que sea. Lo espero, pero no pasa nada si no ocurre.
P: Eso de que te hayan traducido a otros idiomas… ¿Raro?
E. M: Me han traducido poemas exentos, a varias lenguas. La sensación de no reconocer lo que tú misma has escrito es muy extraña.
P: ¿Un poeta o una poeta todavía por descubrir(se)?
E. M.: Cuando se habla de poesía y compromiso se olvida a Ángela Figuera Aymerich, autora de la obra más contundente de nuestra poesía social, Belleza cruel. Y recientemente falleció Antonio Cisneros, un magnífico poeta peruano bien publicado en España por Pre-Textos, pero no sé si tan conocido –y reconocido– como la altura de su obra merecía.
P: Elige un par de clásicos y convéncenos de su lectura.
E. M.: Para mí el Belleza cruel de Ángela Figuera es un clásico de nuestra poesía del siglo XX, a la altura de libros más o menos coetáneos como Ángel fieramente humano, y planteando una relectura interesantísima de la poética del compromiso. ¿Un poema social que combina el impacto ético con el estético? Sí: los de Ángela Figuera Aymerich, plenos de lírica y misterio. Y de ahí salto al Tristram Shandy de Laurence Sterne, que es el banquete más delicioso que cualquier amante de la literatura puede darse. Ingenioso y lúcido, sorprendente, libre y juguetón con las ideas y con las palabras… No se me ocurre ningún ejemplo que aúne de forma más admirable la exigencia y el disfrute.
P: ¿Qué tal Eudora Welty y La palabra heredada?
E. M.: Una experiencia hermosa que me toca agradecer a Impedimenta. Un texto emocionante y planteado desde la sabiduría de quien retrataba la complejidad con sencillez, y una traducción de las que fluyen naturalísimas, captando la intención original. Yo me limité a ajustar.
P: ¿Existe una palabra a la que tengas particular cariño?
E. M.: Pelusa. Me gusta su sonido y me gusta su significado.