¿Fieras críticas malintencionadas e hirientes? Más bien diría que son confesiones personales de un narrador que ha visto cómo se esfumaba poco a poco esa identidad tan enigmática que hacía de la cultura norteamericana un mito, una cultura que se ha convertido en presa fácil de su propio modus vivendi, una «cultura en ruinas», como acertó en señalar Eduardo Lago en un artículo sobre un personaje que nos ha conmovido y emocionado por su sinceridad: Luc Sante.
Le debemos a esa rareza editorial llamada Libros del KO la posibilidad de sumergirnos en las concienzudas observaciones de este periodista, escritor, librepensador, amante de la fotografía, profesor… A través de ese conjunto de artículos recopilados en esa obra de impactante y atractivo título, Mata a tus ídolos, hemos sido partícipes de las peripecias de Sante, sus pasiones, encuentros y contradicciones, su sentido del humor y sus recuerdos. A lo largo de las páginas surgen nombres tan reconocibles como Robert Mapplethorpe, el mismísimo Bob Dylan, Victor Hugo, Walker Evans, Buddy Bolden o Robert Johnson… Algunos de ellos salen malparados, otros no tanto. No obstante, lo importante, creemos, es el hecho de «atreverse» a decir lo que se piensa, cosa harto difícil en un mundo en el que las apariencias lo son todo, donde debemos ser bienaventurados y donde prima la rectitud. Sin embargo, reina la hipocresía. Sante no es hipócrita, más bien todo lo contrario. Y por esa razón vale la pena leerlo. Gracias Luc, gracias.
Son muchos los que balbucean a los cuatro vientos que Sante únicamente se dedica a descuartizar la cultura. ¿Descuartizar la cultura? Somos más proclives a la creencia de que posee una dentellada lúcida. Vamos, que se deja de tonterías, que no abusa de las banalidades, que va directo al grano y siempre haciendo de la sinceridad su bandera. No cometeremos el error de decir aquí que haber leído al bueno de Luc Sante fuera una revelación. No somos tan místicos, ni pretendemos serlo. Tampoco tenemos la verdad absoluta (qué horror si fuera así!). No obstante, si analizamos esa sociedad tan caótica, extravagante, asombrosa y terrorífica a través de la mirada de Luc Sante, haríamos nuestra esa célebre cita de Terry Southern, «eres demasiado moderna, nena. Ya no te aguanto».
Ahora, si nos lo permiten, quisiéramos dejar algunas de las «perlas» de Sante que más nos han gustado.
«Ya se sabe cómo es Nueva York; a no ser que se trate de ruido o la posibilidad de un incendio, ignoramos las actividades de los demás, porque es lo mejor para la salud de todos».
«Cruzar con imprudencia es un derecho de nacimiento de los neoyorquinos, un símbolo pequeño pero imprescindible de su independencia y autosuficiencia. Los neoyorquinos pueden cruzar en cualquier lugar y en cualquier momento si lo necesitan, y si les aplastan aceptarán que habrá sido por su maldita culpa. Después de todo, es su ciudad, no una que los burócratas o la policía les hayan prestado por su buen comportamiento».
«Todo lo que necesitáis saber es que algunas personas que yan han muerto inventaron los principios de la excentricidad».
«Pero, ¿quién sigue impresionando a sus amigos con su erudición? Por otro lado, las espirales de humo son un instrumento de agrado general asegurado. Te presentan como un buen tipo, un flâneur, alguien que dispone en abundancia de uno de los artículos más preciados: el tiempo».
Ahora, he aquí nuestra conversación transatlántica con Luc Sante, nuestra primera experiencia fuera de las fronteras de un país, España, que hace un tiempo perdió el rumbo. ¿Algún consejo Luc?
Pregunta: Muchos lo definen como uno de los observadores más brillantes de la cultura contemporánea. La verdad, impactan algunas de sus afirmaciones como que “Nueva York está acabada”. ¿Cuál cree que está siendo el factor o los factores para ese desencanto que sufre la sociedad actual?
Luc Sante: Todo tiene que ver con el capitalismo corporativo: la anulación cada vez mayor de la red de seguridad, la maximización del beneficio a toda costa, la preferencia de los accionistas sobre los clientes (por no hablar de los empleados), la consolidación de las pequeñas y flexibles empresas en enormes y rígidas compañías, la restricción de todo tipo de libertades… Estamos en un periodo en el que parece que todo el progreso social de los dos últimos siglos se ha anulado, y nos dirigimos hacia una nueva época feudal. Espero estar equivocado –las profecías, suelen estarlo–. También contribuye al malestar general la superpoblación del planeta, aunque este es un tema tabú en la actualidad.
P: Confesamos que nos gusta ser personas un tanto utópicas. No sabemos si usted también deja volar su imaginación y sus ensoñaciones. Por ese motivo querríamos saber si cree en el poder de la palabra.
L. S.: Bueno, eso espero e intento. «Pesimismo del intelecto, optimismo de la voluntad», como decía Gramsci.
P: La cultura parece destinada al olvido. Queramos o no reconocerlo impera un sentimiento de supervivencia basado única y exclusivamente en lo económico ¿Es posible subsistir en un mundo en el que parece que todo vale, en el que ya nadie se cree nada? Por cierto, ¿Nueva York está acabada?
L. S.: Creo que es importante mantener viva la llama y no ceder a la desesperación. Recuerde que generalizar el futuro sobre la base de que el presente es mucho mejor suele ser incorrecto. No sabemos qué pasará. Aunque, eso sí, la gente necesita conectarse más entre sí de como lo estamos haciendo ahora. Sus amigos y vecinos son sus mejores garantías. Y Nueva York acaba convirtiéndose en un tipo diferente de ciudad. La ciudad en la que gasté mi juventud se ha ido, pero eso no quiere decir que no haya algo valioso a su manera y que suceda en cualquier rincón de ese gran espacio.
P: En su libro Mata a tus ídolos podemos leer un compendio de artículos en los que fija su incisiva mirada hacia algunos iconos de la cultura norteamericana. A través de sus palabras nos da la sensación de que convierte en seres terrenales a esos mitos, esas deidades que hemos querido inmortalizar por algún motivo. ¿Por qué ese ejercicio de desmitificación? ¿Es necesario alienarse para ser consciente de lo que realmente importa?
L. S.: Realmente creo que esos mitos a los que hago referencia, sobreviven al análisis, la mayor parte. En cualquier caso, siempre es mejor afrontar las cosas con una visión clara, ¿no crees? De ese modo, es menos probable que la sociedad se deje engañar por la gran cantidad de tonterías que se está fabricando y promocionando todos los días.
P: Trabajando en el mundo de la prensa suponemos que en multitud de ocasiones le habrán “cortado las alas” a la hora de escribir algún artículo. Al parecer, ser sincero en esta profesión es sinónimo de despido o degradación. ¿Está de acuerdo?
L. S.: Depende de para quién se trabaja, sobre todo. He tenido suerte en ese sentido. Mayormente, he escrito para editores y publicaciones honestos. Sólo unas pocas veces en mi carrera he tenido que lidiar por el contenido de mis artículos –y luego nunca he vuelto a trabajar para esas personas o lugares de nuevo–.
P: ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? ¿O hay que vivir el presente sin temor al qué dirán?
L. S.: No, todo se equilibra. El presente parece peor, simplemente porque estamos viviendo en él –siempre sabemos qué sucedió en el pasado–.
P: Qué autores o artistas le han marcado más a la hora de configurar su forma de comprender/entender la vida?
L. S.: Montaigne, Cervantes, La Fontaine, Blake, Victor Hugo, Melville, Rimbaud, Mark Twain, Georges Darien, Kafka, Brecht, Walter Benjamin, Allen Ginsberg, Guy Debord, Roberto Bolaño… Hay otros autores que me gustan mucho y que me enseñan sobre la escritura, pero no tanto sobre la vida misma.
P: Gracias a Libros del KO ha ganado muchos adeptos en España. Su enfoque y crítica resultan refrescantes en un país que ha perdido el rumbo. ¿Le importa si creamos un club de fans de Luc Sante?
L. S.: Ha!
P: ¿Hay que ganar la lotería para disfrutar de un retiro cómodo, con la conciencia tranquila? ¿O un buen libro sería suficiente?
L. S.: Cualquier forma de sentirte cómodo sin herir a los demás, está bien.
P: Un deseo…
L. S.: Días más largos, por favor! Un día de 36 horas ya sería un buen comienzo.
Y ahora, turno para los anglófonos!
Question: What do you think is still the factor or factors for that disappointment suffered by society?
Luc Sante: It has mostly to do with corporate capitalism: the increasing nullification of the safety net, the maximization of profit at all cost, the favoring of shareholders over customers (let alone employees), the consolidation of small and flexible enterprises into enormous and rigid ones, the curtailment of freedoms of all sorts. We are in a period when it would seem that all the social progress of the last two centuries are being abrogated, and we are headed into a new feudal era. I hope I’m wrong–prophecies usually are. Contributing to the malaise is also overpopulation, which is a taboo subject nowadays.
Q: We confess that we would like to know people to be somewhat utopian. We do not know if you also let fly your imagination and dreams. For this reason we want to know if you believe in the power of the word.
L. S.: Well, I hope and I try. «Pessimism of the intellect, optimism of the will», as Gramsci said.
Q: The culture seems destined to oblivion. Like it or not recognizing a prevailing sense of survival based on the economic. Is it possible survive in a world where it seems that anything goes, where no one will believe anything? By the way, New York is finished?
L. S.: I think it’s important to keep the flame alive and not give in to despair. Always remember that generalizing about the future on the basis of the present is pretty much always bound to be incorrect. We don’t know what will happen. But people need to connect with each other more than they are doing now. Your friends and neighbors are your best safeguards. And New York is just becoming a different kind of city. The city I spent my youth in is gone, but that doesn’t mean there isn’t something just as valuable in its own way happening in another corner of that very big place.
Q: In your book Kill all your darlings we can read a compendium of articles in which your incisive gaze fixed some icons of American culture. Through your words gives the feeling that makes these myths earthly beings, those deities that we wanted to immortalize for some reason. Why this exercise in demystification? Is it necessary to alienate to be aware of what really matters?
L. S.: I do think that those myths I address survive the analysis, for the most part. In any case it’s always best to approach things with a clear sight, don’t you think? That way you’re less likely to be deceived by the large amounts of nonsense that are being manufactured daily.
Q: Working in the world of the press assume that many times you have «clipped wings» when writing an article. It appears to be sincere in this profession is synonymous with dismissal or degradation. Do you agree?
L. S.: It depends on who you work for, mostly. I’ve been lucky that way. Mostly I’ve written for fairly honest editors and publications. Only a few times in my career have I had fights over content–and then I never worked for those places or people again.
Q: Does anyone past was better? Or should we live the present without fear of what people say?
L. S.: No, it all evens out. The present seems worse simply because we’re living in it–we always know how the past came out.
Q: What authors or artists have influenced you more in order to understanding life?
L. S.: Montaigne, Cervantes, La Fontaine, Blake, Victor Hugo, Melville, Rimbaud, Mark Twain, Georges Darien, Kafka, Brecht, Walter Benjamin, Allen Ginsberg, Guy Debord, Roberto Bolaño… There are other writers I like just as much who teach me about writing but not so much about life.
Q: Thanks to Libros del KO have won many followers in Spain. Your focus and criticism are refreshing in a country that has lost its way. Do you mind if we create a fan club of Luc Sante?
L. S.: Ha!
Q: Should we win the lottery to enjoy a comfortable retirement, with a clear conscience? Or a good book would be enough?
L. S.: Any way you can get comfortable without hurting others is fine.
Q: A wish …
L. S.: Longer days, please! A 36-hour day would be a good start.
Luc Sante fotografiado por Pascal Perich