The letters of Captain Fiction

Debe resultar asfixiante y molesto el que a uno lo consideren durante su carrera como alguien temerario. Las etiquetas y categorizaciones –esas lacras angustiosas en muchos casos– son demasiado comunes y visibles en las sociedades occidentales. Digamos, tomando prestado uno de nuestros refranes tradicionales, que “por un perro que maté, mataperros me llamaron”. De eso sabe mucho Gordon Lish, y si no, que se lo pregunten. Heterodoxo y rebelde, Captain Fiction –como se le conoce en el mundo editorial– ha sido y es, sin duda, uno de los personajes más extraños del mundo literario y editorial. Famoso por sus “tachones” y recortes en los textos de Raymond Carver –Lish fue su editor a lo largo de su trayectoria–, polémico por esas mismas decisiones literarias y controvertido por sus declaraciones tajantes, lo que no se le puede poner en duda es su capacidad para narrar una historia.

Muchos dicen que Lish fue el «creador» de ese minimalismo narrativo de Carver. Ciertamente, se hizo famoso por desoír las súplicas del creador de ¿Quieres hacer el favor de callarte? Diez años después de la muerte de Raymond Carver, el New York Magazine publicó un artículo que destapó la polémica sobre esta relación literaria. Parece ser que Lish no daba únicamente consejos sobre cómo escribir, si no que se tomaba la libertad de reescribir párrafos y párrafos sin el consentimiento de Carver. En el caso de De qué hablamos cuando hablamos de amor Lish cambió el final de 10 de los 13 cuentos y redujo hasta la mitad el número de palabras originales. ¿Qué les parece? Lo cierto es que la figura de Raymond Carver forma parte de la literatura universal. Por tanto, debemos preguntarnos si ese éxito fue o no producto del «buenhacer» de Captain Fiction, quien tocó, retocó y creó el estilo de Carver. Las dudas, como es lógico, hacen acto de presencia. Yo, sinceramente, no me atrevería a juzgar.

Pese a poseer mala fama por este incidente, Gordon Lish ha dejado muestras de ser un narrador fascinante en los últimos diez años. La editorial Periférica publicó hace un par de años su Perú, una lectura desgarradora sobre la vulnerabilidad social, el clasicismo, el poder y la ambición, muy recomendable. Asimismo, me enteré a través de una visita internauta a  The Paris Review, que acababan de publicar en la tierra de Don de Lillo, Charles Bukowski, Norman Mailer, Philip Roth y tantos otros fascinantes literatos, una colección con los relatos de Lish. Y, volviendo a nuestro país, la misma deliciosa editorial cacereña nos concedió la posibilidad de leer Epígrafe.

La lectura de Epígrafe resulta angustiosa, en ocasiones, y desesperanzadora, aunque también logra conmovernos hasta encogernos el corazón. Lish ofrece una novela epistolar cuyo protagonista es él mismo –o eso podemos creer al tener el mismo nombre–. Un hombre, que acaba de ver cómo su esposa perece tras años de enfermedad, se sienta en su lecho de muerte para escribir una serie de cartas que revelan tanto su enajenación como su dolor. En cierto modo, la novela resulta un ejercicio de autoreflexión. A lo largo de cada una de las cartas se encuentran retratados temas como la locura, el fingimiento, el amor y el sentimiento de culpa, la (im)piedad o el humor. Es una novela exigente, porqué no decirlo. Su lectura no es fácil por la carga emocional que posee cada página. Realmente, es toda una aventura. La crítica norteamericana no duda cuando dice que Epígrafe “es el libro que debería escribir todo autor joven que quiera incorporarse ahora a la literatura americana de calidad”. Ciertamente, esta escritura supone una acción excitante para el lector y, suponemos, que para el propio Lish.

De espíritu rebelde, Gordon Lish crea en Epígrafe un juego de realidad y ficción de manera fascinante y extraña, a la vez. La lectura, pese a la crudeza de algunos pasajes y el particular desvarío de su protagonista ante la muerte de su mujer, demuestra que Lish tiene mucha literatura en su haber.

Gordon Lish fotografiado por Bill Hayward

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