Nacho García ‘Nas’ vuelve a ofrecernos un poquito de su locura letrada…

La noche, como esas amantes que deshacen mi cama y pretenden rehacer mi vida, tardó en irse aquella mañana. Estuvo remoloneando como un ovillo con el negro gato de un tejado, que la atrapó durante un instante entre sus uñas hasta que, de pronto, se desmadejó en hilos de luz que abofetearon mi cara.

Ante el espejo, me sorprendió mi apariencia. La barba de tres días comenzaba a estar poblada… civilizaciones enteras, con sus idiomas y costumbres, parecían haberse hecho fuertes y empezaban a alzar la voz. Extraños hombrecillos comenzaron a descolgarse hasta la pila del baño con hipnóticos bailes. Algunos, aprovechando que, atónito ante el espectáculo, mi boca se había abierto, saltaban desde los dientes chapoteando alegremente… no daba crédito… ¿qué estaba pasando? ¿Alguien echó algo en mi copa anoche? Entonces, decidí afeitarme, pero cientos de ellos tiraban de la cuchilla para evitar la deforestación de su mundo, y perdía una y otra vez el pulso frente a los pequeños seres, cubriendo de rojos sietes mi cara… no tardé en desmayarme…

 He amanecido en el frío suelo del baño. No tengo respuestas, tan sólo cortes en mi cara… En el salón, tumbada sobre la mesa, descansaba una misteriosa nota que no acierto a comprender: «Te lo dije, cariño, no te afeites, me gustas más con barba y haré lo que sea para conseguir que no te la quites, te lo advierto».